jueves, 2 de junio de 2022

"El Cazador de Tatuajes" de Juvenal Acosta

 

Alevosía

por Mariel Turrent

 

Tal vez la inocencia de una acción espontanea me hubiese salvado, pero mi pasado semiletrado me condenó a una acción ruin por premeditada —no en mi cabeza, sino en otra más preversa que la mía ”.

Y es que por fuerza eso nos sucede a todos los lectores que nos dejamos seducir por las ideas, palabras y experiencias creadas por otra mente. El lector se desdobla y entra en la dimensión de la ficción, poseído hace y deshace, imagina, siente. Sí, siente profundamente. En pocas palabras vive todo lo que el autor ideó con alevosía y luego, como un falsificador, de manera consciente o inconsciente, lo recrea.

Alevosía. Me encanta la palabra alevosía y lo que me recuerda. Y me parece adecuada para calificar con ella la manera en la que Juvenal Acosta (México D.F. 1961, Doctor en Letras y profesor de Literatura en California College of the Arts en San Francisco)  hace del El Cazador de Tatuajes, una metáfora de la lectura.  

La narración inicia en una cama de hospital. Julián Cáceres, profesor de literatura (no podría ser de otra manera) se encuentra atrapado en el calabozo de su cuerpo inerte e incomunicado con la realidad. El único recurso que tiene para afirmar su identidad es recordar las marcas indelebles, los tatuajes y las cicatrices que le fueron dejando las lecturas de su semiletrado pasado y cuatro mujeres (símbolos de sus cuatro puntos cardinales, cuatro ciudades, las cuatro estaciones de su vida, los cuatro elementos: aire, agua, fuego y tierra). Como Artemio Cruz, vencido por su cuerpo escucha voces, pero a Cáceres las voces le hablan de sí mismo: un producto de signos creados por Rilke y  Blake que recrea escenas de Greenaway y se descubre enamorado de una mujer, cuya violencia de orden intelectual, ha sido moldeada por Sade, Bataille y Klossowski. Julián es el seductor tercermundista, víctima de su miedo histórico, padeciendo la insoportable levedad de Kundera, recorriendo paisajes de Onetti y Borges y hasta nombrando a sus gatos en honor a López Velarde y Kierkegaard. Dividido entre realidades simultáneas distorsionadas, la poesía y el deseo contaminado, Julián explora temas profundos como la seducción, la identidad y la condición de exiliado tratando de entender su caída en el pozo más obscuro de la casi Isla fracturada de Ferlinhetti, donde asume que será devorado por las fallas geológicas de su propia geografía.

“¿Qué cosa es el cuerpo sino el problemático instrumento de nuestros instintos, nuestras necesidades y nuestros deseos?”

El cazador de Tatuajes es el primer libro de la trilogía, Vidas menores. La novela consta de 64 capítulos titulados, al igual que en la ópera, con la elocuente frase inicial. Desde su primer capítulo, el narrador en primera persona nos atrapa con una agilidad sorprendente, en las profundidades de su ser. Su lenguaje claro y directo, transita de lo sensual a lo soez mientras recorre con los sentidos la biografía sexual de un hombre cuyo único presente, es su pasado. Buscando la fusión de la prosa y la poesía, Juvenal Acosta utiliza con maestría la escritura del orgasmo, donde va alternando el lenguaje poético con una prosa filosófica que copula para engendrar una historia donde el cuerpo es una metáfora del mundo que decide cruzar la frontera hacia su lado obscuro. 

No es casualidad que Julián Cáceres, alter ego de Juvenal Acosta se proponga a escribir un estudio sobre la obra de García Ponce y su empeño se vea constantemente interrumpido por sus conquistas. Con alevosía el autor nos hace cómplices de la umbrosa vorágine de esta obra filosófica y erótica que a las claras se convierte en un homenaje al escritor yucateco de la Generación de la Ruptura.


Reseña publicada en la Revista TROPO a la uña 2018

El Cazador de Tatuajes
Juvenal Acosta
Tusquets
2004, 2017
 195p.

"Terciopelo Violento" de Juvenal Acosta

 

El caprichoso monstruo que nos crea

(o La ebriedad poética)

por Mariel Turrent Eggleton

 

Para sobrevivirse, cada uno construye con sus caprichosos sustantivos el pequeño imperio de su historia”.

 

Terciopelo Violento  es el segundo libro de la trilogía Vidas Menores, e inicia con un prólogo, que retoma el primer libro situándonos en el punto de partida: después de tres meses en el hospital, Julián Cáceres, regresa a su apartamento, se derrumba en su sillón y un chelo invocando a Bach, lo sumerge en el recuento de su vida. Aislado del mundo se entrega a la escritura de un manuscrito que llegará a manos de sus amantes, cuando decida abandonar definitivamente ese mundo.

Este libro es un libro para escritores, una metáfora de la escritura que seduce a los borrachos de ideas, enfebrecidos por plasmarlas. A los que buscan asir la quintaesencia sabiendo de antemano lo inefable de la empresa, pues cada historia escrita, no es más que una vida menor, un pedazo del monstruo: del Frankenstein que va inventando a su creador.

En el primer libro, el sexo abre las puertas de los universos internos y los personajes encuentran una parte de sí mismos desconocida, sin embargo en esta segunda parte, los personajes ya desnudos de toda apariencia, del sexo transitan al amor y al reencuentro.  La novela consta de tres partes  (diez, doce y diez capítulos respectivamente) en cada una de las cuales Acosta desarrolla un personaje diferente cuyas cuitas, van completando el rompecabezas de la historia principal: Julián, Marianne, La Condesa.

Abordando temas como la escritura, la muerte, el suicido y la pasión, el escritor no abandona ese tono seductor con el cual inició su trilogía, y valiéndose de un narrador que se va adentrando poco a poco en lo más íntimo de sus personajes – la narración poética de la situación de Julián, el diario erótico de La Condesa y la investigación obsesiva de Marianne para llegar a la raíz de los hechos– va zurciendo los retazos del pasado antes velado.

Con gran dominio del lenguaje, Acosta se muestra como un autor culto, capaz de hacer una reflexión filosófica y entretejerla poéticamente con una intriga y escenas perversas del más refinado erotismo. El capítulo diez, último de la tercera parte, le da sentido a toda la novela. Es una obra maestra per se. Un valioso texto de dieciocho páginas brutales, poéticas, magistrales, en las que Juvenal Acosta expone el estado extático que le provoca la escritura y se consagra como un escritor cuyos textos son considerados entre los más sensuales de la narrativa mexicana.

Juvenal Acosta (DF, 1961) en su calidad de poeta, ensayista y narrador de lo urbano, asegura que su ambiente natural son las urbes. Actualmente habita en San Francisco y comenta que ahora percibe más sexual a la ciudad de México que cuando la dejó en 1986. Para él, escribir es mentir de forma verosímil, explicarse a sí mismo, para entender sus propias obsesiones. Y lo hace en un estado de ebriedad poético, asegurando que si la escritura no se hace en la embriaguez física o espiritual, no vale la pena.

Publicado en la revista TROPO a la uña 2019
Terciopelo Violento
Juvenal Acosta
Tusquets
2003, 2017
 194p.

"La hora ciega" de Juvenal Acosta

                                                         Al final de La Trilogía Negra

por Mariel Turrent



“La vida no está en otra parte, y si lo está, no es en el futuro sino en el pasado”, dice Juvenal Acosta. Tal vez es por eso que me reencuentro en su libro, porque igual que uno de sus personajes, en una época de mi vida –ya me parece prehistórica– fui al cine Apolo, envié cartas de amor por la oficina de correos frente a Plaza Satélite y vi a escondidas “Almohada para tres”. A pesar de que en La Hora Ciega Juvenal Acosta profundiza en muchos temas (el erotismo, la sexualidad, la obsesión, el amor, la belleza, la vejez, la muerte, la inmigración, la transnacionalidad) hay uno que la unifica con el resto de la trilogía y es el de la memoria distante en la Ciudad de México de los años ochentas. Este último me acoge a mí, porque como Juvenal y sus personajes, yo también un buen día me marché de La Ciudad y dejé atrás esa vida que ahora casi no recuerdo y mucho menos añoro.

No. No me he cansado de leer a Juvenal Acosta. Me fascina su lenguaje poético y todas esas referencias que se refieren también a mí. Aunque confieso que esta vez, quise huir.

Y es que Acosta utiliza la literatura como una forma de catarsis: vacía en su obra todo aquello que de alguna manera lo condena y lo redime: lo sublime y lo nefasto, sus elegías y herejías, sus musas y demonios. Esto lo vemos con claridad en La Hora Ciega, que comenzó a escribirse en el 2004 pero fue abandonado un par de veces porque después del nacimiento de su hijo, el autor no quiso entrar de nuevo a ese “cuarto tan tétrico” que es la mente complicada de sus personajes perversos, Julián Cáceres y Ángela Caín. Sin embargo, después de veinte años, decide cerrar el ciclo terminando este libro con un collage de personajes alineados en dos historias paralelas que se entrecruzan con Ángela y Julián, a los que trata de evadir opacándolos con la niebla del oscuro ambiente que va tejiendo.

Por un lado un pintor expatriado, narra en primera persona, con un ritmo más lento e intimista, la relación erótica y sublime de su abuelo pintor con su modelo y musa, mientras la contrasta con la suya propia y la de Sarah, una estudiante que posa para él pero a sus espaldas transgrede los límites y cae en el abismo nefasto de la pornografía cibernética. Aquí el autor confiesa haber aprovechado para contar una historia que necesitaba contar (la de su propio abuelo) al mismo tiempo que nos plantea un personaje paralelo a Cáceres (otro alter ego suyo) pero al que rescata, esta vez, ofreciéndole una posibilidad más luminosa.

Paralelamente se desarrolla una narración de corte policiaco en tercera persona que nos va implicando en la vida corrupta y obscura de dos personajes: el galante teniente Román Fierro, (único policía del estado de Luisiana que leía poesía) y su amigo Lotremor (escritor argentino de novelas de detectives, íntimo amigo de Emil Ciorán).

Igual que en los libros anteriores, Juvenal Acosta hace alarde de su conocimiento citando a infinidad de autores, y dándonos una cátedra de ópera, música, cine, filosofía, pintura. Expone su visión acerca de temas que van desde el uso ya degenerado de los tatuajes, hasta la carcomida sociedad americana. Incluso se atreve a interrumpir la trama con lo que él llama un “mini ensayo” y a hacer intromisiones autorales con notas a pie de página para, en sus palabras, “recuperar el tono de meditación que exploró en el primer libro”.

Dividido en seis partes que a su vez se dividen en varios capítulos, la novela transcurre del erotismo más fino a la infecciosa putrefacción de la perversión y los crímenes sexuales.  Cada capítulo es una pequeña anécdota con un título elocuente. La trama no es tan evidente, pero se va tejiendo en la mente del lector que conoce el pasado de los personajes que la detonan. 

“Todo es pecado en esta ordinaria carnicería de los sentidos, todo es apetito voraz en la ebriedad de la hora ciega.”

Viví la trilogía de Vidas Menores como quién viaja descubriendo los insólitos territorios de un mismo continente. Recorrí encantada valles con destellos románticos y temerosa los abismos más obscuros. En ocasiones, quise mantener cierta distancia, pero las más, me vi sumergida en las pasiones más delirantes de su erotismo. No lo puedo negar, en algunos pasajes me sentí perdida y en otros aceleré el paso, inútilmente, buscando a Julián y a la Condesa. Y es que la obra de Juvenal Acosta no es un territorio plano y predecible, sino un camino plagado de claroscuros con diferentes técnicas narrativas que procura un estilo desconcertante, donde el lector no siempre encuentra lo que espera.

 

Publicado en la revista TROPO a la uña 2019
La Hora Ciega
Juvenal Acosta
Tusquets
2017
 307p.

 

                                                                                                                                                            

 

 

 

 

Salinger: radiografía del desánimo

 por Mariel Turrent


Goddam money. It always
ends up making you blue as hell.


Me encanta que me cuenten historias, pero me gusta más que alguien me cuente una historia suya. Cuando tuve en mis manos “El guardián entre el centeno” de J.D. Salinger, el título me hizo pensar en uno de esos pueblos rurales de Estados Unidos. Para mi sorpresa, la historia nos hace recorrer las calles de Manhattan de la mano de Holden Caufield, un estudiante que, como el autor, es hijo de una familia acaudalada de Nueva York, expulsado de varias escuelas y con un historial problemático. La historia nos muestra una época de angustia y conformismo propia de la Guerra Fría, y la confusión de una juventud que lejos de desaparecer se ha intensificado a medida que el mundo cambia a pasos agigantados, abriendo aún más la brecha generacional.

Aunque el libro apareció en 1951, podemos reconocer en su personaje a un joven actual, apático e indiferente que cuestiona y se cuestiona, que es capaz de provocarnos con su rebeldía, enredarnos en esa depresión que lo vuelve obsesivo e incluso enternecernos con su inocencia. Caufield no sólo cuenta su historia y lo que le sucede en un par de días que transcurren a partir de que lo expulsan de la escuela, sino que reflexiona sobre sí mismo y su entorno dándole perspectiva.
Con un lenguaje fluido y franco, y un personaje descaradamente abierto, Salinger –murió en enero de este año, justo después de haber festejado sus 91 años - convierte a Holden Caufield en el antihéroe de la literatura estadounidense, causando todo un suceso positivo. Sin embargo su culto se vuelve trágico en la mente enferma y fanática de David Chapman, quién tras haber asesinado a John Lennon declara haberse inspirado en la novela para cometer su crimen.
Tras haber vendido más de 60 millones de ejemplares en el mundo “El Guardián entre el Centeno” sigue vivo entre los jóvenes, quienes en las frases de Holden encuentran aquello que los explica a sí mismos, el espejo que refleja el interminable sinsentido de la vida, un laberinto del que no se puede huir. Es un libro para los que son y fueron jóvenes y para todo aquel espectador como Holden, que a pesar de su gran sensibilidad, no logra permear los sentimientos al alma.
Después de haber publicado cuatro libros y logrado fama mundial, J. D. Salinger, decidió ocultarse del mundo por más de cincuenta años y no volver a publicar. Tal vez había dicho todo lo que tenía que decir en la voz de ese adolescente al que sentí muy cerca y me hizo reír, pero también llorar. Quizá todo estaba dicho para aquellos a los que nos gusta que nos cuenten historias.

Mariel Turrent Eggleton
REVISTA NECTAR diciembre 2010

El amor y la ficción autobiográfica de Mario Vargas Llosa

 por Mariel Turrent


El género novelesco
no ha nacido para contar verdades,
pues estas al pasar a la ficción,
se vuelven siempre mentiras.


Soy una enamorada de las novelas de Mario Vargas Llosa. He disfrutado cada frase de sus textos con placer y complicidad. Con pasión. Aunque ya mucho se ha escrito sobre él, le dedico este espacio al autor del boom latinoamericano que recientemente recibió el Premio Nobel de Literatura.
Sus novelas han recorrido diversas ciudades, revoluciones y formas de rebelión del hombre, siempre con humor, sátira e ironía. Al mismo paso que va hilando relatos de aventuras que seducen y hechizan al lector, provoca con su inigualable estilo una espontánea combustión de sensaciones. Sus personajes al ser creados se convierten en arquetipos inolvidables de excesos, cursilerías y truculencias (cómo olvidar a Pedro Camacho el folletinista radiofónico, al erótico Fonchito provocando inocentemente a su madrastra, o al mismísimo Pantaleón Pantoja y sus sexoservidoras) con los que, como un niño travieso, señala la hipocresía, la eterna lucha entre la verdad y la mentira, el nacionalismo, la perversión política y el abuso del poder.
El amor ha sido también un tema recurrente: En La tía Julia y el escribidor, narra su primera aventura matrimonial con su tía; en Los Cuadernos de Don Rigoberto, el amor está personificado por el erotismo y la imaginación; y hasta en La orgía perpetua, (un ensayo sobre Madame Bovary) habla sobre el amor que convierte a Flaubert (su autor) en un apasionado y atormentado amante del lenguaje. Sin embargo, no es sino hasta Travesuras de la niña mala que por primera vez el amor es sentimental y central en el desarrollo de la novela.
Pero el amor de Vargas Llosa no es el amor romántico del siglo XIX, sino un amor actual que surge de su realidad, de aquella revolución de los sentimientos que el autor vivió en el Londres de los setentas. Un amor que tiene muchas caras y corresponde a la idiosincrasia, psicología, cultura, sensibilidad e imaginación de cada cual, reconociendo la diversidad sexual con menos prejuicios.
Sus novelas basadas siempre en algo que conoció y vivió de cerca, son collages autobiográficos que se convierten en la verdad de la mentira en el intento de plasmar una versión total de la historia, con sus pasiones, fantasmas y motivaciones más profundas, que en la realidad imperfecta y parcial se desconocen. Y es precisamente a través de esta memoria mezclada con fantasía, de esta tergiversación de la realidad que Vargas Llosa logra contar una historia de nuestra época que los historiadores nunca podrán contar.

Mariel Turrent Eggleton
REVISTA NECTAR diciembre 2010

"La sangre erguida" de Enrique Serna

 por Mariel Turrent


Se puede lograr un buen polvo manteniendo la conciencia alerta y los pies en la tierra, como un escritor con oficio puede crear una buena página por encargo, pero los polvos inolvidables, los grandes poemas de la sangre erguida son hallazgos milagrosos del instinto, pasaportes a la gloria que la inspiración o la fe descubren por accidente.

Enrique Serna La Sangre Erguida



Aunque se le ha calificado como un “rapidín mañanero muy disfrutable”, La Sangre Erguida de Enrique Serna es una reflexión sobre la conexión entre el sexo y el amor; una filosa crítica al poder que se la ha dado al pene y al desempeño sexual en nuestra sociedad.
Con una prosa precisa y un manejo magistral del conflicto, Serna hace avanzar el relato manejando con oficio el arte del suspenso. Instigando la curiosidad del lector y arrancándole una que otra carcajada lo va enganchando en cada capítulo, para justo antes de llegar al clímax, soltarlo y empezar otra historia.

Declarado un autor irreverente al que poco le importan las citas pretenciosas o las referencias cultas se divierte haciendo copular al hablar áspero y crudo de los catalanes con la fuerza expresiva de los argentinos. En esta promiscuidad de lenguajes que le da vida a su narración logra que cada personaje se exprese en su jerga utilizando los regionalismos para enriquecer la novela.

El relato se desarrolla en tres planos narrativos con tres cuarentones que coinciden en diferentes momentos de la novela: Bulmaro Díaz, un mexicano manipulado por una soberbia dominicana y dominado por el apetito voraz de su pene; Juan Luis Kerlow, pornostar argentino que controla sus erecciones con el poder de su mente; y Ferrán Miralles, español donjuanesco e impotente que descubre el Viagra.

“Reflexioné mucho sobre la pornografía no condenándola en nombre de la moralidad sino en nombre del placer, pues el deseo frustrado es un mal que puede tener consecuencias funestas…”

En su obra el autor no intenta contar una historia ligera, sino que propone recuperar el misticismo de la entrega amorosa, para no ser víctima de esta sociedad iberoamericana tan falocéntrica que exacerba deseos que la mayoría de las veces no se pueden satisfacer.

Galardonada con el Premio de Narrativa Antonin Artaud 2010, por su erotismo y sentido del humor La Sangre Erguida se lee rápido y con la sonrisa en la boca pero al final nos queda una experiencia excepcional y una síntesis ejemplar de la obra del autor.

Mariel Turrent Eggleton
Revista Nectar Enero 2011

SALAMBÓ: un instante del mundo antiguo

Por Mariel Turrent 

Aunque nunca he sido fanática de las descripciones detalladas y coincido con Mario Vargas Llosa en que la historia de amor de este libro resulta insustancial y pasada de moda, reconozco que la parte épica, las batallas, los banquetes, las fiestas, las ceremonias, fueron escritas con gran maestría y (además de Tolstoi) no ha habido otros que logren recrear escenas multitudinarias con el genio con que Gustave Flaubert (1821-1880) lo hizo al describir un mundo tan distante y distinto.

Salambó es una novela histórica que muestra el esplendor de Cartago, su corte y sus grandezas, pero también nos muestra con precisión la tortura, la muerte y las atrocidades y miserias de la guerra. Con vigor e intensidad Flaubert da vida a hombres y mujeres mediterráneos que piensan y actúan como lo hacían en el siglo III a. C.: Salambó, sacerdotisa virgen, misteriosa y de excepcional belleza; Amílcar Barca, padre de Salambó y genio militar, única esperanza de Cartago para combatir a los bárbaros pero que a pesar de luchar por la república no comulga con los intereses privados del consejo de ricos y ancianos que la rigen; Matho, capitán del ejército bárbaro (antes mercenarios del ejército cartaginés, que al no haber recibido su paga luchan en contra de la república) quién también libra una encarnizada lucha interna entre el odio y el amor que siente por Salambó; y Spendius un antiguo esclavo griego que movido por la sed de venganza quiere destruir la ciudad.
Tras haber leído cientos de libros de historia de la antigüedad y una visita a las ruinas del escenario de su novela en el norte de África, donde, se dice, que para poder describir mejor el sufrimiento de los soldados muertos por hambre llegó a pasar semanas sin comer, y luego de un arduo trabajo de redacción del texto buscando infatigable “la palabra justa”, Flaubert publicó con gran éxito en 1862 una de las diez mejores novelas históricas jamás escritas.
Salambó no es una reconstrucción fiel de los hechos. Pero es verosímil. La audacia de sus descripciones nos transporta en un delirio de sensualidad, perfumes exóticos, colores antiguos y sabores milenarios. A partir de que el cristianismo puso fin al Mundo Antiguo, fueron quedando atrás los dioses omnipresentes como Moloch, Baal y Tanit, sus sacrificios y rituales paganos. Atrás quedaron las costumbres de los griegos y los romanos. Pero nada de esto se ha olvidado. Aún podemos regresar y vivirlos gracias a la escritura de Gustave Flaubert.


MADAME BOVARY

por Mariel Turrent 


 Tras dieciséis meses de trabajo y tres años de documentación, Gustave Flaubert termina la primera versión de su obra “La Tentación de San Antonio”. Su madre hace algunos meses le autorizó acompañar a Maxime du Camp a un largo viaje a Oriente, pero Gustave lo ha estado posponiendo, porque quiere que sea la recompensa al esfuerzo realizado en esta obra.

Es septiembre, 1849, el escritor ha reunido en su casa de Croisste a du Camp y Louis Bouilhet, su entrañable amigo. Llevan tres días seguidos escuchando sin descanso a Flaubert que lee y actúa, nervioso y entusiasmado su obra. Espera una opinión favorable que desafortunadamente no recibirá. Pero de ahí precisamente, de esta terrible decepción, nacerá una semilla que Bouilhet sembrará en su amigo, idea que crecerá para convertirse en su obra maestra: Madame Bovary.


Gustave Flaubert

El 12 de diciembre de 1821 nació Gustave Flaubert en l´Hotel-Dieu de Ruán, ciudad de Francia donde su padre era cirujano-jefe. Aunque su hogar fue siempre un remanso calido y alegre, había que evadir constantemente el ambiente gris que lo rodeaba y que sería inmanente a su obra.

Entre gritos de dolor, médicos y enfermeras, imagino a un niño jugando. ¿Cómo percibe el mundo ese niño que vive a la sombra de un hospital, parodiando a los médicos, a las enfermeras, a los que sufren, lloran y mueren?

“El anfiteatro de l'Hôtel-Dieu daba a nuestro jardín. Cuántas veces, con mi hermana no saltamos la celosía, y suspendidos entre las viñas vimos curiosos los cadáveres extendidos ¡el sol daba debajo; las mismas moscas que volaban sobre nosotros y sobre las flores iban volando allá y regresaban zumbando! Todavía veo a mi padre levantando la cabeza de su disección y diciéndonos que nos fuéramos. “

Desde niño, Gustave empieza a sentir una fascinación por el mal, el sufrimiento y lo horrible, desarrollando la capacidad de transformar todo esto en una farsa. A los once años entra al colegio de Ruán: “Fue un tiempo de aburrimiento inconcebible y una tristeza bestial mezclada con espasmos de payasadas“,1 Para divertirse con su cómplice y compañero de escuela Alfred Poittevin, inventa un personaje al que bautiza con el nombre genérico “le Garçon”, una especie de Pantagruel, al que le atribuye las actitudes más cínicas, para reírse de todo aquello que sucedía a su alrededor.



Las mujeres

Su vida sexual se vio limitada por sus relaciones intermitentes y la sustitución que hizo de las mujeres por la literatura como foco de deseo y fuete de placer. Escribir era para Flaubert una “orgía perpetua” . Sin embargo las mujeres en la vida de Flaubert fueron detonantes de su obra. Sus personajes femeninos, armados como un rompecabezas, mezclando fragmentos de aquellas a las que amó, adquieren gran fuerza marcando su estilo literario.

A los 15 años Flaubert caminando por la playa de Trouville, encuentra una figura que lo enloquece. Ante la aparición de una mujer en traje de baño queda para siempre deslumbrado. El encuentro con Elisa Schlesinger (de 26 años y casada) que relata en Mémoires d’un fou, sería 20 años después (1869) una imagen inolvidable de la cual nacería Marie Arnoux en su novela La Educación Sentimental, un relato basado en los recuerdos personales de esa pasión adolescente desenfrenada.

Emma Bovary es un híbrido de por lo menos dos mujeres de las que estuvo enamorado: Eulalie Delanglade y Louise Colet .

En un viaje a Córcega (1840 ), conoce una mujer de 35 años, que regresaba de Sudamérica, con la que inicia una relación intermitente y extraña que se repetirá cada vez que el escritor deba cruzar por Marsella. Aunque se sabe poco de esta misteriosa dama, Eulalie Delanglade (Mme Foucaud), al parecer inspira otros episodios amorosos narrados en "Souvenirs, notes et pensées intimes" y en "Novembre”:

1846 fue un año clave en la vida del escritor. Muere su padre, se casa su gran amigo Poittevin y aparecen dos mujeres importantes en su vida: Carolina, su sobrina que queda bajo su amparo tras la muerte de su hermana; y la escritora Louise Colet, con quien empieza a entrelazar su vida en una especie de laberinto que durante 10 años estará alimentado de drama, lagrimas y mensajes de amor, rupturas, reconciliaciones y tempestades.

La importancia de Louise Colet es radical ya que su relación transcurrió durante la creación de Madame Bovary. Gracias a la intensa correspondencia que mantenían (de dos a cuatro cartas semanales) se tiene un registro escrupuloso de ésta: el escritor fue detallando ahí, de manera espontánea; la teoría literaria de su siglo.


El Escritor

Un grave ataque de epilepsia, resultó ser el pretexto perfecto para que a sus 23 años, Flaubert abandonara sus estudios de derecho (impuestos por su familia) y se dedicara de lleno a la literatura.

Si bien Flaubert no continuó la profesión de su padre ejerciendo como médico, sí desarrolló la minuciosidad y la perfección, del cirujano. Su método de análisis escrupuloso y la precisión con que hace uso del lenguaje en todas sus descripciones, son un claro ejemplo de ello. En todas sus obras existe un formidable trabajo de preparación; para obras como Bovard et Pécuchet y Salammbô devoró más de mil quinientas obras.
Su admiración por Gautier lo hizo creer en la perfección de la forma y en el valor absoluto del arte:” l’art pour l’art”. Hora tras hora, Flaubert trabajaba en el ritmo, o la música de una oración buscando siempre “le mot juste” ( en una larga jornada de trabajo escribía a veces una sola frase o media página definitiva).
Flaubert vivía a través de las letras, y el registro detallado de sus pasiones, inquietudes, filosofía, técnica, y mucho más, se encuentra plasmado en su Correspondance, un intercambio epistolar que mantuvo con amantes, amigos y escritores de la talla de Víctor Hugo a lo largo de su vida (reunido en 13 volúmenes en la edición Conard).
Además de Madame Bovary, Salammbó, L’Education Sentimental, La Tentation de Saint Antoine y su novela inconclusa Bouvard et Pécuchet, escribió varios cuentos cortos donde reveló su maestría y gran dominio del género.


Emma

Emma es la precursora del feminismo: una mujer paradójicamente femenina, delicada, sensible aunque rebelde, decidida e inquieta. Esta burguesa normanda, aficionada a leer novelas románticas, se casa con un médico mediocre que no logra llenar sus expectativas. “…y ahora no podía imaginar que aquella calma en que vivía fuera la felicidad que había soñado” .
Aquel sueño de amor y pasión, aplastado por una realidad metódica y aburrida que literalmente la enfermó, la convierte en un quijote infatigable que busca (tal vez en el camino equivocado) su ideal. Un baile abre una brecha en la vida de Emma. “ En el frote con la riqueza, se le pega algo que ya jamás se borraría”. Eternamente insatisfecha, trata de llenar su vacío con amantes y cosas materiales que vertiginosamente la arrastran al abismo del suicidio. Sin embargo, Emma es una mujer ordinaria que va en contra del convencionalismo sórdido de la sociedad de su tiempo. El destino le ha dictado sentencia, condenándola a ser la esposa de un médico mediocre, pero ella es resuelta, pasea con un cigarrillo en la boca, y con un chaleco ajustado como el que llevan los hombres. Madame Bovary es la feminista trágica porque su lucha es individual, más intuitiva que lógica, contradictoria porque busca lo que rechaza, y está condenada al fracaso .
Un siglo después, la tragedia de Emma continuaría vigente. Las mujeres lucharían tal como lo hizo ella por su libertad. Una libertad que aun en nuestros días sigue siendo boicoteada con fantasías, de princesas y príncipes valientes, por modelos de belleza, lujosos y confort que son espejismos. Los mismos espejismos que Madame Bovary quería alcanzar, desesperada y apasionadamente, mientras sedienta cruzaba su propio desierto. Aun hoy la historia de Emma es actual, y seguramente que hay miles de Emmas caminando por la calles.




Madame Bovary

Punto de encuentro entre el romanticismo y el naturalismo-realismo, ejerció una notable influencia en la novelística del S XX. Sin duda Madame Bovary es una de las obras más singulares de su tiempo. En ella describe el anhelo por vivir, la búsqueda, y todos los detalles que podrían encasillarla dentro de la corriente naturalista-realista. Sin embargo, Flaubert se negó a ser asimilado dentro de estas corrientes estéticas que lo rodeaban y a diferencia de ellos, afirmaba que la forma literaria es tan importante como el fondo de ésta; la forma puede tener una fuerza propia, capaz de tocar una realidad más profunda que la descrita por los realistas. Lo cierto es que en Madame Bovary se ve por primera vez en la literatura, una narración desde varios puntos de vista simultáneos: la voz que cuenta la historia, el narrador omnisciente, se convierte casi en el personaje que se habla a sí mismo y vuelve a cambiar a la tercera persona de forma casi imperceptible. Proust dice en su artículo de la Nouvelle Revue Française: “He quedado estupefacto, lo confieso, al ver que se le trata de poco dotado para escribir, a un hombre que por el uso de enteramente nuevo y personal que hizo del pasado definido, del pasado indefinido, del gerundio; de ciertos pronombres y ciertas preposiciones, ha renovado casi tanto nuestra visión de las cosas, como Kant, con sus categorías las teorías del conocimiento y de la realidad del mundo exterior”.

Tras la decepción de la primera versión de su obra “La Tentación de San Antonio” Louis Bouilhet y Du Camp aconsejan al escritor olvidarse de esos temas difusos y vagos que no logra dominar y buscar un asunto más superficial. Bouillhet sugiere la historia de un curioso médico discípulo de su padre. Flaubert le toma la palabra y basándose en ese hecho real, recrea la historia de una pequeño-burguesa de provincia casada con un médico rural, cuyos sueños de amor romántico alimentados por las novelas que leía, resultan insatisfechos y la llevan al adulterio. Se podría decir que Madame Bovary se convertiría en un Quijote femenino, un personaje que al enfrentar su realidad pierde la razón y decide ir en busca de sus sueños.

“Madame Bovary no tiene nada verídico. Es una historia totalmente inventada; ahí no tengo nada ni de mis sentimientos ni de mi existencia.” escribe Flaubert a Mlle Leroyer de Chantepie en marzo 1857, “El artista debe ser en su obra como Dios en la creación, invisible y todo poderoso; que le sintamos por todos lados pero que no podamos verlo. “


“Nous ètions á l’ètude, quand le Proviseur entra, suivi d’un nouveau habillé en burgeois et d’un garçone de classe qui portait un grand pupitre... ”. Así comienza Flaubert a narrar la historia de Emma, y a medida que nos adentramos en la narración, van surgiendo de los acontecimientos, la emoción, la ironía, la pasión y la tristeza. Precursor del la técnica del monólogo interior, como un experto cirujano del alma, va abriendo con su pluma una a una las capas superficiales hasta llegar a lo más profundo de la mente y el espíritu humano, utilizando siempre la palabra precisa, sintetizando el pensamiento con gran sonoridad y belleza para que su prosa tuviera la fuerza sugestiva de la poesía.

Los personajes que rodean a Madame Bovary son seres sin luz, rudos, atados a sus costumbres, a su rutina, sin deseos, ni esperanza de otra posibilidad, sumergidos en una mediocridad y en un ambiente de tonos obscuros, impregnado de lluvia y frío, paisajes rurales monótonos plagados de grises.

Desde el Siglo XII la feminidad iba de la mano de la castidad, de la pasividad, la obediencia y culminaba en la maternidad. El amor era imposible, la sensualidad inmoral y la pasión obscura e irracional. Pero el cambio surge a mediados del siglo XVIII, las mujeres de la aristocracia se entregan al placer. Emma, es la mujer que toma conciencia de su feminidad, del amor, la pasión y el sentimiento por encima de la razón. Un personaje que sufre y se ahoga en lo que parece un matrimonio feliz.
Charles Bovary (inspirado en Delamare, oficial de salud, antiguo discípulo del padre de Flaubert), es el antagonista, personifica la realidad y la razón, para contraponerse al sentimiento y los sueños.
Al transcurrir la novela, la nobleza sucumbe, arrastrando todo a su paso ante la circunstancia cruel de la vida y la cualidad rastrera de quien se impone como el héroe.


Terminada en 1856 fue publicada en 1857 por entregas, primero en la Revue de Paris y meses más tarde en El Novelista de Ruán, provocando un escándalo que la llevó a ser censurada, mutilada y finalmente objeto de un proceso judicial por faltas a la moral, a cargo del procurador Pinard (quien participó también en el proceso contra Baudelaire). Gracias a esto Madame Bovary tuvo un éxito inmediato.

“Usted se detiene en detalles, cuando es el conjunto lo que hay que atacar. El elemento brutal está en el fondo y no en la superficie. No se blanquea a los negros y no se cambia la médula de un libro. Puede empobrecérsele, eso es todo”. Escribió Flaubert a Ernest Pinard defendiendo su obra.

“Mi obra ha adquirido para mí mismo algo así como una autoridad imprevista” , le escribió Flaubert a Marie-Antoine-Jules Sénard, el 12 de abril de 1857, Sénard había ganado la defensa contra Pinard ante los tribunales el 31 de enero del mismo año, logrando su exoneración y la publicación completa de la obra.

Mariel Turrent Eggleton
REVISTA ALGARABIA #62

miércoles, 1 de junio de 2022

"La carne" de Rosa Montero

 

Entre dos nostalgias 

Mariel Turrent

 

La vida es un pequeño espacio de luz entre dos nostalgias: la de lo que aún no has vivido y la de lo que ya no vas a poder vivir.

R. Montero

 

 

Con esta frase inicia Rosa Montero La Carne, y eso me bastó para hacer un pacto con ella y adentrarme en su libro fascinada por  los matices de una vida apasionada y salpicada de melancolía. Desde la primera página no dejé de sonreír; y es que me atraen los conflictos íntimos contados con humor. Me entusiasma quién se ríe de sus infelicidades y entiende la vida como la constante pérdida de ese momento único que es el presente.

La historia inicia en la época actual en España. Soledad se encuentra en el umbral de los sesenta años y tiene pánico de caer en el abismo sin retorno de la vejez. Acaba de romper con su amante y se siente desesperadamente sola. Él ha comprado boletos para asistir con su esposa a una función de Tristán e Isolda y Soledad, al sentirse desechada, contrata a Adam, un atractivo y joven gigolo, con el afán de provocar una reacción en su examante.

Con una prosa intimista en tercera persona, la autora narra los meses que dura la relación de Soledad con Adam. Con maestría nos involucra en los conflictos de esta mujer que empieza a sentirse disminuida e insegura por el paso de los años, mostrándonos su miedo a la muerte, su soledad, su necesidad de amar y ser amada y, por supuesto, su esclavitud hacia la tiranía de la carne. En Soledad vemos a una mujer en el umbral de una transición, donde convive lo que es con lo que será; y lo que está dispuesta a hacer para sentirse joven, querida y saciar su necesidad de devorar y ser devorada.  La agilidad que logra la autora nos hace cómplices instantáneamente. Tan cómplices como lo es ella misma, pues veo en La Carne, una ventana hacia su mundo interior, un atisbo que nos regala de forma libre y desinhibida hacia su propia alma. Ejemplo de esto es el paralelismo del personaje y la autora: la edad, su soltería y falta de descendencia (aunque el personaje es una mujer soltera y la autora es viuda), su carga emocional causada por el lastre de una enfermedad  (la protagonista tiene una hermana internada y la escritora cuidó a su esposo durante un largo cáncer terminal). Su prosa de fuerza revulsiva, hace uso de un estilo indirecto libre para mostrarnos con esa mirada liminar, el punto en el que no se ha dejado de ser pero tampoco se es aún, logrando así el retrato de uno de los roles femeninos actuales de España (la población mayor de 60 años constituye un 24% y va en aumento). 

La Carne está musicalizada con piezas como el Liebestod de Isolda, de Wagner, a la que se refiere como “la música más majestuosamente erótica”, o el piano tranquilizador de Ludovico Einaudi. Y por si fuera poco –una experiencia que encontré deliciosa–, de manera paralela a su trama, va armando –al igual que la protagonista– una muestra de escritores malditos que se despliega con una estructura en espiral,  introduciendo al lector cada vez más profundamente en sus  vidas: “un viaje a los extremos del ser, que sólo se consigue hacer si uno baja muy al fondo de uno mismo”.

Sin embargo, ya avanzada la segunda mitad del libro, sentí que le pacto se rompía. La escritora no sólo se reía de sí misma, sino también de mi (el lector), pues la protagonista se reúne en la ficción con la propia autora y hace juicios sobre su forma de ser y de vestir. Al final, a la manera de una tira cómica de superhéroes, Soledad resurge cual ave fénix de entre las cenizas, triunfa el bien contra el mal y el narrador osa dar una especie de lección de vida. Para rematar, la autora hace una petición final al lector de no revelar las sorpresas a futuros lectores. 

Doctora Honoris Causa por la Universidad de Puerto Rico y Premio Internacional Columnistas del Mundo 2014. Rosa Montero, periodista y psicóloga, es una escritora prolija con más de 10 reconocimientos literarios. Ha escrito más de 15 novelas además de relatos, cuentos y ensayos biográficos y colabora en El País con ensayos y reseñas de novelas principalmente de personajes femeninos. 

 La Carne, es su más reciente novela, y dicen los críticos que es la más personal y libre de la autora. Sin duda, Montero, tiene un gran sentido del humor y una enorme capacidad para emocionar, retratar y narrar. Y aunque el final me pareció chocante, recomiendo leerla y me abstengo de hacer más comentarios dejando que cada uno viva en La Carne propia experiencia.

 

La Carne
Rosa Montero
Alfaguara
2016
152 p.

 

 

 

 

 

 


"Grab my pussy" de Mónica Soto Icaza

 

La transgresora profesional

Mariel Turrent

 

 

Soy ama de casa y escritora de libros de sexo, pero de sexo bien, no de esas ridiculeces de “erotismo” que te deja caliente, pero no enseña nada, sino de algo parecido al porno.

Confieso que tengo prejuicios sobre la televisión. Jamás la enciendo y aunque puedo estar sentada frente ella ignorándola, hay ocasiones en las que una sola palabra me atrapa y me hipnotiza al grado de sustraerme de mi mundo y someterme al suyo. Así fue mi primer encuentro con Mónica Soto Icaza. Pasaba frente a una pantalla plana cuando en un renombrado noticiero se despedían de la revelación literaria, la polémica escritora erótica autora del “Best Seller” Tacones en el armario, recomendando su más reciente libro Grab my Pussy.

Como llegué al final de la entrevista, tuve que darme a la tarea de buscar sus libros y para mi sorpresa, Tacones en el armario tuvo una sola publicación ya agotada desde el 2015 y el recién salido del horno Grab my Pussy lo conseguí bajo pedido.

El pequeño ejemplar de Grab my Pussy, editado por la misma autora y encuadernado de forma artesanal, contiene 17 breves textos en los que predomina un tono irreverente frente a la figura masculina.

Con un lenguaje explicito que, en su afán de ser escueto, produce un efecto a veces telegráfico, Mónica Soto hace que el lector se mantenga en la superficie del mundo recreado, en las apariencias del ambiente que retrata y en la anécdota.

La escritora logra plasmar un tipo de mujer característica del SXXI que tratando de anular un bagaje de opresión femenina se revela en contra de los hombres y los rebaja al grado de objetos sexuales desechables. El tema predominante es la revancha. Todas las protagonistas de sus relatos son mujeres independientes, autosuficientes y autocomplacientes, algunas coleccionistas de orgasmos, o de experiencias volátiles, sin trascendencia, que enumeran cual batallas vencidas.

En algunos relatos como Carlos y Georgina, la narración es explícita e irreverente, en contraste con otros como Casi 16 que dejan todo a la imaginación, y Puta de la “paz”, breve y con un humor propio de los chistes que circulan por whatsapp. Sin embargo hay relatos con propuestas interesantes como  Fantasías, donde logra de forma acertada el tránsito de la fantasía a la realidad, al igual que El Parque donde alterna de forma el momento presente con lo que sucede en la mente del personaje.  

 

Leve y fugaz, Grab my pussy  me dejó un vórtice de imágenes donde vi una intimidad que solo se disfruta en la autocomplacencia, mujeres separadas de sus sentimientos y emociones, totalmente materialistas, que se asumen superiores al sexo opuesto en el entendido de que todos los hombres son mentirosos, machos y mujeriegos. 

Tacones en el armario, es una historia breve de prosa ágil narrada en primera persona. La protagonista cuenta de forma superficial, cómo supera el engaño de su marido, recobra su autoestima y logra la abundancia material prostituyéndose con hombres ricos.

 

Lo que sin duda me queda claro después de esta experiencia es el porqué de mis prejuicios sobre la televisión, y lo maravilloso que es vivir en la era de la información, donde basta con acceder a internet para tener una visión panorámica de cualquier acontecimiento y poder formarse una opinión propia de las cosas. 

 

Mónica Soto Icaza, es Periodista de profesión. Se declara transgresora profesional, escritora, lectora insaciable y adicta al deleite. Ofrece talleres de erotismo para la creación literaria. Su “Best Seller” Tacones en el armario pude encontrarse solo en Kindle. www.monicasotoicaza.com ; Facebook.com/monicasotoicaza ; #porunavidasexy.

 

Grab my pussy
Mónica Soto Icaza
Amarillo Editores
2017
 92p.