El juego de las
definiciones
Mariel Turrent
Entre los rotos nos reconocemos fácilmente.
Nos atraemos y repelemos en igual medida.
Conformamos un gremio triste y derrotado.
A. Ventura
.
La mejor manera de entender
Entre los rotos es imaginar un calidoscopio que por fuera parece una
pieza completa y solo a través de un pequeño orificio vamos viendo una serie de
formas distintas, figuras elaboradas en nuestra mente a partir de reflejos; trozos
que parecen formar algo pero que no son otra cosa que cristales rotos.
Esta es la historia de una mujer conformada a través de atisbos de
los demás; un personaje narrador en primera persona, cuya voz intimista transita
por momentos pasados, mientras observa una colección de fotos de su único
hermano. La autora nos va involucrando con los personajes y su mundo hasta
hacernos sentir en carne propia lo que significa vivir entre los rotos.
Con un lenguaje escueto, claro y definitivo —no falta ni sobra una
sola palabra— vamos avanzando de forma ágil en la reconstrucción de la
historia, que de forma desordenada va brincando en el tiempo haciendo que el
lector comprenda así, de forma fragmentada el drama.
La
novela gráfica utiliza una técnica llamada clausura que consiste en mostrar una
pequeña parte de un todo y así lograr que el lector participe y su cerebro
reconstruya el resto. Así escribe Alaíde Ventura Medina esta historia.
Recogiendo los pedazos rotos de su vida; narrando escenas que nos van haciendo colocar
cada pieza en su lugar.
¿Cómo
narrar la violencia de un padre; la fractura que causa este desequilibrio en la
familia víctima de su brutalidad? ¿Cómo contar que donde uno cree que debe
encontrar seguridad, amor, estabilidad y protección, se vive y se sufre lo
contrario? Estas fotografías: instantes eternizados de la realidad, nos van
dando la pauta para completar el resto.
Pero
eso no es todo, Alaíde recurre también a otras formas que me parecen, incluso,
lúdicas y hacen su narrativa sumamente ágil, como el juego de las
definiciones, a través del cual sus personajes inventan definiciones
propias no para describir al mundo, sino para crear uno propio:
Diminutivo: que disminuye algo. Pequeñez,
cuidado. El bracito de un niñito de seis años. Apelativo cariñoso Julián nunca
fue Juliancito.
Mi
hermano y yo: el continente que se fragmentó. Islas deshabitadas.
Mamá:
endeble mujer de porcelana.
Otro
recurso que maneja de forma eficaz son las listas: Lista de formas en las que
papá me hirió; Temas de conversación favoritos de la abuela; Cosas que Julián
heredó de mamá; Diagnósticos que podrían haber explicado el silencio de mi
hermano.
El silencio a lo largo de la novela es el hueco que el lector va llenando. El silencio es un vacío, pero pesa. Y pesa de tal forma que nos va aplastando. Es la consecuencia de un exceso de ruido, un mutismo que buscar ser más fuerte que el más potente alarido. Porque entre los rotos el silencio sucede como un castigo, como un reclamo cuando las palabras ya no tienen ningún sentido. Y por otro lado, el ruido que es también una forma de ensordecer al otro. “Lo más escalofriante de la novela es que el personaje se da cuenta de que era escalofriante hasta que ve las fotos”, dice Alaíde. El detonante del libro fue una fotografía de sus propios padres viéndose con odio, ella tenía tres meses y su hermano —supone que él tomó la foto— tendría ocho años. Esa foto le hizo preguntarse por qué habría querido plasmar algo que estaba mal. Dice que las fotos siempre cuentan una verdad que no es la que uno pretende mostrar.
Alaíde Ventura (Xalapa, Veracruz 1985), pertenece a la generación
de jóvenes escritoras mexicanas y se define como una escritora de autoficción.
Estudió Antropología en la Universidad Veracruza UV y en la Universidad
Nacional Autónoma de México INAM y tiene dos novelas publicadas: Como
caracol (premio Gran Angular 2018) y Entre los rotos (premio
Mauricio Achar 2019). Actualmente estudia el MFA en Escritura Creativa de la
Universidad de Texas en El Paso.
Tal vez porque ha sufrido muy de cerca el Altzheimer siente una pasión
por documentar todo: tomar fotografías y que todo se preserve. Dice que Entre
los rotos es un libro para llorar en ambientes controlados. Le encanta el
melodrama y su educación sentimental, confiesa, fueron las telenovelas. Asegura
que Entre los rotos es una novela altamente instagrameable y citable en
twitter.
Cuidada hasta el más mínimo detalle de principio a fin, esta escalofriante novela de una realidad común que se oculta, afirma el interés de las nuevas generaciones por mostrar lo más crudo de la sociedad pero con nuevas formas, que son también representativas de una época que gira alrededor de la imagen y en las que los significados se pueden reinventar.
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