Mujeres deshabitadas
por Mariel Turrent
Mujeres deshabitadas
Mariel Turrent
Persisto como una mujer a
punto de suceder pero que no sucede.
B. Navarro
Casas Vacías llegó a mí a través de México Lector (1), un club nacional
de libro que aún no cumple dos años de existencia, pero cuenta ya con 8500
lectores en más de 10 ciudades del país.
Roberto Quiroz lo organiza en Cancún y me invitó hace unos meses. Si no
fuera por él, yo no hubiera leído Casas Vacías. La razón es que el tema
me mortifica, me atormenta y solo acompañada he podido sobrellevarlo.
En 2013, cuando el sexenio dejaba atrás
la guerra contra el narcotráfico y una sociedad víctima de la violencia llena
de dolor, Brenda Navarro empezó a escribir Casas Vacías. En un
principio, se conseguía en forma electrónica y gratuita en Kaja Negra —web de
periodismo e independencia editorial—, pues más que venderlo, a la autora —preocupada
por la defensa de los derechos humanos— le preocupaba que se leyera. Causó tal
fenómeno entre los lectores que de boca a boca llegó a ser recomendado por El
País, en España y eso le trajo como consecuencia un agente y una editorial:
Sexto Piso.
A
pesar de que Brenda Navarro no pensó al escribirlo en hablar de la maternidad,
este es un tema ineludible en su novela y nos hace pensar en la importancia de
esta figura como eje central de la vida: su ausencia nos deja devastados. Sin
embargo, el tema principal es la ausencia del amor y la ausencia física: “El que desaparece se lleva algo de ti
que no vuelve”.
Aunque
el libro está lleno de dolor, maltrato y frustración, todo gira en torno a la
maternidad: “Me interesaba plasmar la repercusión de la crisis en los hogares y
en su vida diaria. Inventar una historia sobre lo que viven las mujeres
mexicanas en un mundo profundamente machista”, dice la autora. Y es que Navarro
toca temas incómodos de la maternidad, temas que normalmente se ocultan. La
autora asegura que hay muchas formas de afrontar la maternidad: “Cuando ya ves
de frente al hijo te das cuenta de que empiezas a borrarte y ya la vida no se
trata de ti, sino de otro ser humano que tienes enfrente y tal vez no es lo que
pensabas”.
Con
una estructura simétrica donde se ve claramente el oficio, la influencia del
cine y el suspense, la autora narra su novela a dos voces homodiegéticas, es
decir que se caracterizan por el uso de la primera persona son parte importante
de la historia y están dentro del relato. Estas dos voces narran de forma muy
efectiva desde un tiempo remoto al que ya no se puede acceder: una es la voz de
la madre que pierde un hijo, y la otra, la voz de la mujer que quiere ser
madre. Cada una enfrenta su propio drama, y con sus monólogos nos van
arrastrando como un huracán que gira entre la alucinación y la lucidez, pero
ineludiblemente arrasa.
Estas
dos voces provocan un sentimiento desesperanzador en el que el lector naufraga
capítulo a capítulo; una indefinición deliberada donde la necesidad de saber se
acrecienta a pesar de la certeza de que ya no hay nada que las salve.
“Tal
vez mañana seas capaz de levantarte del sillón. Pero el mañana siempre es otro
día y yo, sin embargo, vivía perpetuamente el mismo, pues no hubo sillón del
que tuviera que levantarme”.
La
primera voz nos dice que cuando la sociedad te empieza a ver como madre es para
siempre. En el momento en el que eres madre ya no eres un individuo
independiente sino entras en un estereotipo que no garantiza tu felicidad.
La
segunda voz refleja la oralidad de una mujer que todo el tiempo está acelerada
y el lector debe tomar distancia para entender. Y es que la mente es así salta
de una cosa a la otra y luego regresa.
A
través de estas dos visiones, Brenda Navarro representa dos ideas opuestas, que
forman parte de un trasfondo de dolor, maltrato y frustración. Ambos son
personajes completos con sus virtudes y sus defectos, capaces de despertar
empatía y a la vez desprecio. Su mundo, es un mundo en el que los hombres han
marcado los estereotipos femeninos y la única mujer perfecta es la muerta.
Una
novela de historias brutales que Brenda Navarro elige pensando que es necesario
que su libro funcione como una especie de diálogo no solo con las mujeres, sino
con los hombres.
Casas Vacías es la primera novela de la autora, una obra sin duda magistral, donde la literatura emerge de forma natural y con soltura para adentrarnos en un mundo sobrecogedor, que en pocas páginas plasma la ideología de una sociedad y los problemas en torno a la maternidad en un mundo gobernado por hombres. Una historia que incomoda y nos sacude porque es real. Una novela muy dura y desesperanzadora que yo no hubiera podido vivir en confinamiento y a solas. Por lo mismo termino invitándolos a experimentar Casas Vacías, y a iniciarse en la lectura colaborativa.
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