miércoles, 1 de junio de 2022

"Brama" de David Miklos

 

El celo de las bestias

Mariel Turrent


 

“La casa estaba aislada en el pequeño cerro. Nadie acusó los gritos ni los golpes, los bramidos acallados por la distancia.”

 

Brama, nace del humo: de una columna de humo imaginada por la frustación del autor al sopesar sus últimas cuartillas escritas y su deseo de echarlas al asador y encender la leña. Esa idea de una columna de humo como señal de una consumación es el primer episodio de Brama, a partir de la cual, surge un turbulento rio en el que de pronto, dice Miklos, se vio navegando con soltura y emoción.

Así, con soltura y emoción empecé a leer Brama, sin saber nada de Miklos, mas intrigada por lo que había desaparecido en aquella pira de fuego.

Apenas pisé las primeras líneas, me fui adentrando en una casa vacía, cuyo misterio me fue envolviendo. Sus personajes poco a poco se fueron pronunciando y comprendí que brama no era otra cosa que el celo de las bestias que habían habitado los muros de la elocuente casa. Ya era muy tarde para huír, el relato me había atrapado.

Siete personajes, siete narradores en primera persona, siete capítulos: La Casa: abre con puntual intriga sus puertas y nos atrapa; András: la bestia menor lastimada y vengativa; Béla la bestia primogénita, “hambriento de sangre” y de insoportable virilidad transgresora; Milena: la elegida y la antorcha que prende el incendio; Marina la obsesión y la venganza. Y los progenitores, “mezclados en sendas urnas sobre el hogar de la casa”: Tibor,el padre aburrido “de miembro colosal” y Moira la madre, “de apetito insaciable, de hembra en brama”.  A través de ellos, se van develando los hechos y, como un rompecabezas, se va articulando la historia de una familia que ha sido arrastrada por el constante celo de Béla. Una narración que cuenta los hechos brutales desatados por la ira y el incontrolable apetito carnal de una forma tan rápida y vertiginosa que uno logra salir de ahí casi ileso.

Con un lenguaje intrigante y misterioso. David Miklos nos adentra en un mundo silencioso, frio, que tras la tensión va descubriendo incógnitas. Un holocausto íntimo invita a que el lector participe, descifre, busque señas, siga pistas. Sus siente narradores nos involucran, nos hablan, nos cuestionan y nos ocultan para después mostrar de manera descarnada e impúdica.

“Una fuente pudibunda, pienso, como el pezón oculto de una teta”

    Con precisión obsesiva describe el ambiente. Nos envuelve con su vocabulario meticulosamente elegido para perturbar. 

    “Me interesan las historias de familia, pero sobre todo cómo algún miembro está desvinculado del resto por distintas circunstancias y busca reintegrarse al flujo del tiempo. Es por mi propia historia, tengo un origen múltiple. El tema de la adopción está muy asumido y ha nutrido mi existencia y mi literatura. Hay una tristeza originaria, porque toda historia de adopción es a la vez una historia de abandono, pero se compensa por el deseo de los padres que adoptan. Es una especie de ying yang sobre el que siempre vuelvo en mis novelas”

    David Miklos (San Antonio, Texas en 1970) vive y escribe en la Ciudad de México. Es profesor asociado de la División de Historia del CIDE, donde tiene a su cargo la revista de historia internacional Istor. Ha publicado la antología de nuevos narradores mexicanos Una ciudad mejor que ésta (1999) y las novelas La piel muerta (2005), La gente extraña (2006), La hermana falsa (2008), No tendrás rostro (2013) y Dorada (2014).

Brama
David Miklos
Tusquets
2012
 121p.

 

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